Esa presunción se empezó a materializar durante los últimos meses de 2014 e inicios de este año, pero sólo parcialmente. Es que a raíz de la metodología elegida por Enarsa -la empresa estatal de energía- para determinar el precio del gas natural licuado (GNL) que se importa, la baja de la cotización internacional del petróleo no terminó de trasladarse en toda su dimensión al importe que paga el Estado por el gas que llega por barco a las dos terminales regasificadoras instaladas en el país.
En rigor, la fórmula para calcular el precio del GNL que se compra para la terminal de Escobar depende, fundamentalmente, de la evolución del petróleo Brent, tal la denominación del hidrocarburo que se extrae en el Mar del Norte.
Por ese motivo, el Gobierno logró bajar, desde junio del año pasado a febrero de este, de US$15/16 a alrededor de US$ 10/11 por millón de BTU (MMBTU) el gas destinado a esa terminal. La reducción sigue la línea trazada por el Brent, que pasó de pagarse en Londres a US$110 en junio a perforar la barrera de los US$ 50 en enero pasado, con una baja en apenas seis meses de más del 100%. Ayer cerró a US$58,90 por barril.
Sin embargo, la base de cálculo para determinar el precio del GNL que se regasifica en Bahía Blanca está ‘atada’ a la evolución del Henry Hub, la cotización del gas en EE.UU.
El valor de cada cargamento de gas licuado que despacha en esa terminal se fija, entonces, en función de ese indicador más un plus (premio) que propone cada proveedor de GNL en la licitación. El que ofrece el premio más bajo, gana. Lo que sucede es que, si bien registró una caída desde noviembre, la retracción del Henry Hub no ha sido tan marcada como la del petróleo. El 1° de diciembre se pagaba US$ 3,56 por MMBTU. Ayer cerró a US$2,90. Lo mismo sucedió con el GNL que compra la Argentina para Bahía Blanca: de US$ 16 bajó a US$ 13/14 por MMBTU, según confirmaron dos traders que siguen de cerca la evolución de precios del mercado energético.
Lo curioso, en definitiva, es que el Estado, a través de Enarsa, termina pagando dos precios divergentes por un mismo producto. Es más, por la complejidad de su operación (la profundidad del río Paraná exige usar barcos de menor calado), la operación de la terminal de Escobar es más costosa, por lo que lo lógico sería que el precio del GNL destinado a esa planta sea más caro. En la práctica sucede exactamente lo contrario: el precio del gas que se inyecta en Bahía Blanca es hasta un 40% más oneroso que el de Escobar.
El costo de las importaciones de GNL trepó en 2014 hasta los US$ 3561 millones, según datos de la Secretaría de Energía. Fueron alrededor de 100 cargamentos entre las dos terminales. “Si el Gobierno hubiese utilizado en Bahía Blanca la misma fórmula para calcular el precio del GNL que llega a Escobar, podría haberse ahorrado entre un 30% y un 40% de lo que gastará este año”, señaló un directivo de una empresa que se dedica al comercio de combustibles.
Fuente: Diario Inversor Energético Y Minero
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