La Argentina es un país privilegiado para generar electricidad mediante la energía eólica. Así lo resalta el presidente de la Asociación Argentina de Energía Eólica (AAEE), Erico Spinadel, quien acota que un 70% del territorio continental nacional dispone regularmente de vientos de características adecuadas para ello. “Suele pensarse solamente en los vientos patagónicos, que son extraordinarios, pero la Patagonia queda muy lejos de las áreas de consumo masivo, por lo que deberían aprovecharse in situ a fin de evitar pérdidas”, indica el experto en diálogo con Revista Petroquímica, Petróleo, Gas, Química & Energía.
En cambio, añade, en la Costa Atlántica de la provincia de Buenos Aires hay vientos similares a los de las costas del Báltico o incluso de algunas costas del Mar del Norte. “Cosechar su energía implicaría distancias mucho menores hasta los lugares de demanda. Y lo mismo sucede en varios emplazamientos en nuestras provincias de las zonas andinas y centrales”, afirma.
A su criterio, hay indicios alentadores de que esta limitación desaparezca en un futuro cercano, pues ya han aparecido a la venta electrolizadores que pueden operar a potencia variable. “Consecuencia de ello es que dejó de ser una quimera la producción masiva de hidrógeno por electrólisis a partir de la energía eolo-eléctrica. Este hidrógeno podría ser el acumulador de la energía cosechada del viento, ya que por varios caminos –desde su quema en turbinas de ciclo combinado hasta mediante celdas combustibles– estaría en condiciones de atender por sí solo las demandas que aparezcan, esencia de todo servicio público”, asevera.
Tres condiciones
A decir de Spinadel, a la hora de pensar en el aporte del hidrógeno no son válidos los reclamos sobre el desperdicio de agua dulce, ya que con las celdas de combustible ésta vuelve a regenerarse. “De todas maneras, en la AAEE hemos demostrado que para llevar desde el sur de la Patagonia hasta el Japón el equivalente energético diario de 68.000 barriles de petróleo bastaría el agua que los tres ríos patagónicos más importantes vuelcan al océano durante tres minutos, sin dejar ningún beneficio para el país”, subraya.
En el terreno eólico, agrega, la acumulación de energía también podría realizarse con centrales de bombeo. “Cuando la cosecha de energía es mayor que la requerida, se bombea –con el excedente– agua a un depósito elevado (natural o artificial), y en momentos en que es menor puede complementarse con generación hidroeléctrica a partir de la reserva obtenida por bombeo”, explica.
Pero no basta, en su opinión, con tener un extraordinario potencial de energía eólica, sino que son tres las condiciones necesarias: viento adecuado para captar su energía, redes eléctricas aptas para evacuar lo generado hacia ellas y una legislación apropiada con continuidad jurídica para lograr inversiones. “Vientos tenemos y redes también (si bien requieren algunas modificaciones), lo que nos falta es una legislación adecuada y confianza en nuestra continuidad jurídica”, advierte.
Brasil, por ejemplo, dispone del plan Proinfa, que da créditos a 20 años con muy bajo interés, y Uruguay posee un proyecto casi equivalente. “En la Argentina, en cambio, cada ganador del Genren I tuvo que salir a buscar financiación por su cuenta, a tasas infladas”, se lamenta.
La falta de confianza en la continuidad jurídica es, según su visión, lo que ha dificultado la financiación para la mayoría de los ganadores de los 754 megawatts (MW) adjudicados por el Genren I. “Apenas Rawson I y Rawson II, de Genneia (con 49 MW y 39 MW, respectivamente), entraron en operación en el lapso previsto. Posteriormente lo hizo Loma Blanco IV, de Isolux (con 51 MW). Las restantes adjudicaciones avanzan muy lentamente o se cancelaron. Por si fuera poco, el Genren II fue congelado y más allá de estos planes sólo se agregó Arauco III (para alcanzar una potencia de 50 MW).
Comparación pertinente
Para un país, la disponibilidad de energía puede garantizar su desarrollo o su desaparición. Así lo cree Spinadel, quien remarca que todo estado necesita excedentes energéticos para crecer y no ver comprometida su soberanía. “Vivimos en un planeta cuya principal fuente de energía primaria, después del sol, son los hidrocarburos. Un 55% de la matriz global depende de la extracción de estos combustibles, que han llegado a su techo de producción. Actualmente la demanda supera la oferta, lo que genera una pequeña brecha que con los años será aún mayor”, proyecta.
La Argentina, expresa, no es ajena a esta realidad, agravada por el hecho de que la matriz energética local tiene una dependencia hidrocarburífera desmesurada. “Durante las últimas décadas se han tomado decisiones equivocadas, y hoy vemos la extracción de gas de esquistos como la solución a nuestros problemas. Ésta requiere una técnica no convencional de fracturación de roca conocida como fracking. Hay que hacer una gran cantidad de perforaciones en la tierra a costos muy altos. Y la declinación de la extracción es muy rápida, lo cual es otra manera de decir que los pozos de gas de esquistos se agotan pronto”, precisa.
Por otro lado, anticipa, el gas será caro y no resultará rentable producirlo a precios corrientes. “Desde la AAEE intentamos demostrar que no sólo es insostenible desde lo ambiental, sino que energéticamente no compite con otras fuentes mucho más limpias, como la eólica”, señala.
Sin tener en cuenta los costos ambientales, legales, operativos, de mantenimiento, impositivos y energéticos de un pozo de fracking, que son muy superiores a los de un parque eólico, distingue la entrega de energía de ambos rubros con la misma inversión inicial. “Con lo que se obtienen 62.445 megawatts por hora (MWh) en un pozo no convencional, pueden obtenerse 252.000 MWh en un complejo aerogenerador. Se trata de una relación cuatro veces superior. Y esto es durante la vida útil del pozo (seis años como máximo), mientras que la del parque eólico promedia las tres décadas, por lo que la entrega de energía es 20 veces superior”, completa.
Fuente: http://revistapetroquimica.com/
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