Las sociedades actuales no podrían sobrevivir sin un adecuado abastecimiento energético; nuestra economía industrial se ha centrado en el uso de los combustibles fósiles y eso tiene un considerable impacto al ambiente. Por el franco retroceso de las fuentes convencionales de energía en todo el mundo, el aumento en los precios de los combustibles y la creciente demanda energética, la humanidad se enfrenta al fin de un modelo energético. En este panorama, las energías renovables se presentan como parte de la solución, porque son una forma de generación sustentable y con infinitas reservas. Se estima que en el futuro millones de personas producirán su propia energía verde en sus casas, oficinas e industrias, lo que modificará los actuales paradigmas en una suerte de “democratización energética”.
En Latinoamérica, se considera a la Argentina como uno de los países con mayor potencial para la generación de energía eléctrica proveniente de energías limpias. Aunque hoy posee una matriz energética primaria poco diversificada y altamente dependiente de recursos como el gas natural y el petróleo. Según datos oficiales, en el país casi el 90% del suministro energético proviene de combustibles fósiles. Esto lo ubica en una situación de vulnerabilidad extrema frente a la tendencia nacional de reducción y agotamiento de las reservas de petróleo y gas, aun con los hallazgos recientes de gas no convencional. Si se evalúa la energía argentina por el tipo de central que lo genera, más del 60% por ciento se produce en centrales térmicas, que funcionan a gas o diésel. El 31,2% por ciento de la generación corresponde a la hidroelectricidad, el 7,6% por ciento proviene de energía nuclear y un escaso 1,1% en conjunto para la energía eólica, solar, y pequeños aprovechamientos hidroeléctricos (menores a 30 MW).
En 2006 se sancionó la Ley Nacional 26.190, que complementa la Ley 25.019 e incluye las energías eólica, solar, geotérmica, mareomotriz, hidráulica (de hasta 30 MW), la biomasa y el biogás de varios orígenes. La ley establece un objetivo: para 2016, el 8% del consumo eléctrico local deberá ser abastecido con fuentes de energías renovables. Instaura un régimen de inversiones con beneficios fiscales a la producción eléctrica renovable, aunque la remuneración adicional que otorga a los generadores ha resultado insuficiente.
Par cumplir con el objetivo de la norma, el gobierno creó el programa GenRen, que establece un mecanismo de subasta que otorga a los ganadores un acuerdo de compra de energía a precio fijo en dólares por un plazo de 15 años. En 2009 Enarsa lanzó GenRen I, que licitó 1.015 megavatios de centrales a base de energía solar, biomasa, energía geotérmica, biogás, residuos sólidos urbanos, biocombustibles y pequeña hidráulica; el proceso fue más que exitoso. Posteriormente Enarsa lanzó nuevas licitaciones para centrales energéticas a base de biomasa y energía eólica.
En Alemania
Mientras tanto, en la matriz de energía eléctrica de Alemania, cerca del 17% proviene de fuentes renovables, mientras que la energía nuclear ocupa un lugar no menor: casi un 25 por ciento. En 2011, luego de la catástrofe de Fukushima, el parlamento alemán aprobó por gran mayoría desmantelar progresivamente las centrales nucleares hacia fines del 2022, cuando debe apagarse el último reactor. Para muchos, el estado europeo es un caso de estudio sobre cómo se podrían superar los desafíos que plantea el objetivo de reducir un 40 % la emisión de gases de efecto invernadero sin centrales nucleares de baja emisión, al mismo tiempo que se garantiza el suministro energético. ¿Cómo “inventa” Alemania su futuro sin energía atómica? Se propusieron dos respuestas: mayor eficiencia energética y mayor uso de las energías renovables.
Según cifras oficiales, Alemania se ubica entre los tres primeros países –precedida por China y Estados Unidos- con la mayor capacidad eólica instalada: a finales de 2010 contaba con 27.214 megavatios alimentados por viento, lo que también lo colocaba en el primer puesto en Europa. Además, es uno de los mercados fotovoltaicos más fuertes, ya que ese mismo año contaba con 17.200 Mw de paneles conectados a la red eléctrica. Y es el principal mercado solar térmico de la Unión Europea: a fines de 2010 registraba un aumento de casi el 31 % en la instalación de nuevos colectores solares para agua caliente sanitaria, calefacción y refrigeración.
En Alemania, la razón principal del éxito de estas políticas es la Ley Federal de Energías Renovables (EEG) que establece el sistema tarifario (conocido como feed-in tariff) que vuelve lo suficientemente lucrativas las inversiones en equipos de energías renovables. Los bancos e instituciones financieras y los estados federados también han aportado al despegue de estas tecnologías con créditos de bajo interés, subsidios fijos y exoneraciones impositivas. Un ejemplo: el programa “100.00 techos solares” motorizó un gran crecimiento en los sistemas fotovoltaicos instalados. Para este fin, el gobierno alemán conformó un fondo bajo la modalidad de préstamos libres de intereses a 10 años para la compra de equipamiento; así la capacidad de generación fotovoltaica creció a un ritmo vertiginoso.
Las energías renovables han sido un éxito –además de una gran fuente de ingresos- para el gobierno alemán, además de un negocio para los inversores. Esto es así porque su promoción, además de contribuir a alcanzar los objetivos de reducción de CO2, han redundado en otros beneficios: las fuentes sustentables de energía aportaron 367.400 nuevos puestos de trabajo (con un crecimiento del 129 % dentro del rubro). La tendencia va en aumento.
El mes que viene en E-Renova, la segunda parte de esta nota: políticas públicas para el desarrollo de las energías renovables.
Fuente: http://www.inti.gob.ar/
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